Como aperitivo tenemos esta adaptación de Pedro Rodríguez:
Estaba
un ratoncillo aprisionado
en las
garras de un león, el desdichado
en tal
ratonera no fue preso
por
ladrón de tocino ni de queso,
sino
porque con otros molestaba
al
león, que en su retiro descansaba.
Pide
perdón, llorando su insolencia.
Al oír
implorar la real clemencia,
responde
el rey en majestuoso tono
(no
dijera más Tito): -¡Te perdono!
Poco
después, cazando el león, tropieza
con
una red oculta en la maleza.
Quiere
salir, mas queda prisionero.
Atronando
la selva, ruge fiero.
El
libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo
llega, roe diligente
los
nudos de la red, de tal manera
que al
fin rompió los grillos de la fiera.
“Conviene
al poderoso
para
los infelices ser piadoso.
Tal
vez se puede ver necesitado
del
auxilio de aquel más desdichado.”